Los procesos implicados en la lectura son de dos tipos: microprocesos (procesos de reconocimiento o identificación de la palabra escrita) y macroprocesos (elaboración del sentido global del texto). La práctica lectora constante favorece la automatización de ambos. Vista así, la lectura constituye un movimiento oscilante: nuestras especulaciones iniciales generan un marco referencial desde el que se interpreta lo que sigue y, a su vez, modifica lo que habíamos entendido antes haciendo énfasis en algunos elementos y atenuando otros. Allí comienza a girar el círculo hermenéutico: vamos de las partes al todo y viceversa.
De tal manera que convertirse en un lector competente implica extender la habilidad decodificadora hacia una experiencia de lectura más amplia, en la cual lo que importa es la posibilidad de acceder al significado global del escrito.
En la construcción de ese sentido están envueltos dos elementos: el mensaje intrínseco del escrito y el aporte que da el lector, es decir, su experiencia (en lo relacionado con el tema o con el manejo de la tipología textual específica). La construcción final del significado dependerá de ambos factores, pues los lectores no leen en el vacío, ocupan una posición social e histórica que determina su interpretación del texto lo que hace que su lectura se inserte en un contexto. Esta actividad tan complicada se da en varios niveles, tanto en la estructura superficial como en la profunda. Así, ninguna interpretación estará libre ni de presuposiciones del lector ni de las determinaciones del texto (Eagleton, 1994:105 y110).
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on viernes, 12 de septiembre de 2008
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