Y hablando de puntos de encuentro entre la historia y la literatura… José Balza indaga en las memorias del país…  

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“No hay una línea escrita por mí que no se corresponda con Venezuela”, estas son las palabras con las que se inicia el artículo de Simón González aparecido en el diario El Nacional del 26 de septiembre de 2008, el cual está relacionado con la reciente producción literaria del escritor venezolano José Balza. Y es que este autor vuelve a publicar, pero, esta vez, valiéndose de tres géneros distintos: el cuento, la novela y el ensayo; los dos últimos “destinados a reflexionar sobre Venezuela a través de la historia y la ficción” (Ídem.)

Este nuevo ensayo lleva por título “Pensar a Venezuela” y tiene como protagonista precisamente a dos hombres clave de nuestra historia literaria nacional: Jesús Semprum y Juan Antonio Navarrete. En la novela, “Un hombre de aceite”, aborda la temática del petróleo y en los relatos habla de “El doble arte de morir”.

En su entrevista Balza resalta la necesidad que tenemos los venezolanos de admirar lo propio, revertir esa forma de mirar a la que nos hemos acostumbrado y reivindicar también a nuestros creadores y retoma el tema de que, ante la creciente y variada producción literaria del país, no exista una crítica literaria correspondiente.

En su novela “El hombre de aceite” refiere la temática del petróleo ya abordada con anterioridad por otros escritores venezolanos, pero que, a mi manera de ver y según algunos historiadores, no se ha hecho tan profusamente. No obstante, dada la intensidad del debate actual en torno al petróleo, la riqueza que le genera a Venezuela y los posible casos de gasto exacerbados ligados a sus ingresos, el periodista le plantea la pregunta que si la actualidad de esta temática no corre con el riesgo de resultar poco atrayente, Balza señala que “el verdadero escritor no depende de las actualidades que pasen por sus páginas, sino de otras energías” (Ídem.)


Como vemos la historia nacional es motivo de investigación e inspiración para los escritores que, de una u otra forma, sienten que su oficio puede tener algo de revelador y edificador del espíritu de un país.

Crónica y literatura, ¿existe alguna relación?  

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Antes de emitir alguna opinión respecto a este asunto es preciso tener claro qué tipo de información nos proporciona la crónica y desde qué perspectiva específica nos interesa. La palabra crónica se refiere al relato de acontecimientos históricos ordenados cronológicamente. Ahora bien, ¿estos relatos pueden tener alguna incidencia en la historia de las letras de un país, especialmente del nuestro, Venezuela? Esta es una cuestión en la que se debaten muchos estudiosos del tema.

Algunos parten de la idea de que se trata de textos de orden histórico y, en consecuencia, no deberían ser tomados como punto de partida para el establecimiento de la cultura literaria de un país. Su significación está adscrita a otra disciplina, en este caso, la historia. Entonces me pregunto, ¿no están dividiendo ellos los acontecimientos de un país en compartimientos estancos?, es decir, ¿en pedacitos no interconectados? Reflexiones parecidas, sólo que más lúcidas y amplias, son las que plantea Pilar Almoina en su artículo: Cronistas e Historiadores ¿antecedentes de nuestra literatura? (citado en Pacheco et. al. 2006:35-49). Entre ellas resalta una que llamó poderosamente mi atención: “¿Debe comenzar una historia de la literatura nacional con un capítulo referente a la crónica o puede éste suprimirse sin que signifique omisión importante o ausencia de un fundamento indispensable para la comprensión total?” (ibíd.)


Ciertamente la crónica es un texto distinto, más centrado en el registro de acontecimientos reales que en la creación de realidades (literatura). No obstante, proporciona información de lo que éramos antes de la conquista y el desarrollo de este proceso. Es decir, de alguna manera, guarda en sus líneas nuestra conformación como pueblo, la esencia espiritual y psicológica de ese grupo humano que habitó estas tierras. De hecho, ante la aparición de un género tan interesante como lo es la novela histórica (subgénero narrativo que posee grandes exponentes en Venezuela: Arturo Uslar Pietri, José Rafael Pocaterra, Enrique Bernardo Núñez, Ramón Díaz Sánchez, Francisco Herrera Luque, Ana Teresa Torres, entre otros.) ¿Sería válido pensar que esos relatos no han tenido como uno de sus referentes a la crónica?


En cuanto a la poesía, los primeros registros históricos de esta expresión artística en nuestras tierras, dice Almoina, que nos llegan precisamente a través de la crónica y se dan en dos vertientes: la de los cronistas que escribieron sus experiencias y noticias en verso o la de los que insertaron en sus textos poemas escritos por los compañeros de viaje (soldados, capitanes y frailes) que eran guerreros, pero también poetas. Yo añadiría otra, la producida por nuestros aborígenes y de la cual tenemos noticias a través de los textos de Pedro Mártir de Anglería y Francisco López de Gomara (amanuenses) quienes tuvieron como informantes al misionero dominico Tomás Ortiz (De Armellada y Bentivenga, 1981:13). Se trata de dos breves cantares que corresponden a los indios Chiribichenses de Santa Fe, cerca de la Bahía de Mochima y fueron recogidas hacia 1514.


En cuanto a las crónicas escritas en verso fueron dos: la de Juan de Castellanos (Elegías de varones ilustres de Indias) y la de Pedro de la Cadena (Los actos y hazañas valerosas del Capitán Diego Hernández de Serpa). La estructura inicial de la crónica fue barroca, tal era el movimiento artístico que regía la producción literaria de la época, luego fueron evolucionando hacia el romance (Vargas citada en Pacheco, et.al., 2006:64).

Ahora bien, ¿qué información específica menciona la crónica? Esa es la pregunta que intentaremos abordar en el próximo artículo.

¿El Paraíso Terrenal?  

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Para el Almirante Cristóbal Colón la magnificencia del trópico (la confluencia de agua dulce y salada y la suavidad del clima) le hacen pensar que ha llegado al Paraíso Terrenal. Desde esta suposición y bajo la pluma de Colón nace la primera Crónica del continente americano. Después de ésta, son muchas las crónicas que describen tanto al nuevo territorio como los sucesos acaecidos en él. Así se van sumando nombres a este inventario de paisajes y acontecimientos. Menciona Díaz Seijas que hombres tan impenitentes como Gonzalo de Oviedo, quien cruzó ocho veces el Océano, dejaron noticias de todo tipo. En el caso de Oviedo resalta el hecho de que fue el primero en informar sobre la presencia del petróleo en nuestro suelo (Díaz, 1966:9).


También se destacan las crónicas del padre Las Casas (1474-1566) quien, siendo partícipe de la conquista y luego misionero (defensor de los indios), vivió en carne propia lo que significa ser rechazado, en su caso particular, debido a la postura que, luego de dos años de haber sido ordenado como sacerdote, asumió en defensa de la condición humana de los indígenas (Varela, 1999:12 y 13).


Así como Las Casas otros también se interesaron en referir los hechos y en describir las costumbres de estos pueblos de América: Pedro Mártir de Anglería, Francisco López de Gomara, Fray Pedro de Aguado, Fray Pedro Simón, Juan de Castellanos, Oviedo y Baños, entre otros. La lista se hace larga y engloba a hombres que fueron testigos presenciales, oidores, es decir, hombres que refieren acontecimientos que otros les mencionaron y a miembros del Real Consejo de Indias, como Pedro Mártir de Anglería quien, para la elaboración de su cronología, tomó como base las noticias procedentes del Nuevo Mundo. De ahí que se les conozca como las Crónicas de Indias.


Con este documento que, en algunos casos, eran mitad realidad, mitad ficción, nació la historia nacional.
En estas página puedes hallar algunos de los textos escritos por los cronistas:

Y hablando de literatura… ¿qué tal si nos centramos en la nuestra? … La literatura venezolana  

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Si queremos tener una visión panorámica de la Literatura venezolana, debemos considerarla desde sus inicios, es decir, desde la etapa denominada Prehispánica, etapa previa a la llegada de los españoles y en la que nuestro territorio estaba poblado por diversidad de grupos humanos que, según señala el historiador y crítico Pedro Díaz Seijas (1966:7), poseían manifestaciones culturales primitivas (entiéndase, que no estaba tan desarrolladas como las de los futuros conquistadores). Esto tiene su razón de ser en el hecho de que nuestros antecesores deambulaban por el territorio nacional (eran nómadas) y, debido a ello, no habían alcanzado el mismo desarrollo político y social de sus vecinos centroamericanos. A estos grupos dispersos en el territorio nacional Herríquez Ureña (ciatdo en Díaz Seijas, 1966:7) los denominó “pueblos de culturas medianas” y “tribus de culturas sencillas”.

No obstante, “aquel mundo primitivo contó con la defensa de los más aguerridos caciques” (Ídem, 1966:8) entre los que resaltan los nombres de Guacaipuro, Paramaconí, Sorocaima, Tamanaco, Tiuna, entre otros. Ahora bien, ante el atropellamiento del conquistador sus manifestaciones culturales se vieron asfixiadas. Así, se quedaron de lado “sus mitos, sus leyendas, su explicación primitiva de los grandes acontecimientos de la Naturaleza” (ib.), ya que la destrucción fue total: física, social, psicológica y cultural. Fue precisamente mediante esta acción desintegradora que los españoles establecieron las primeras ciudades.

¿Y es que la existencia de una práctica literaria puede ayudar en la constitución de una nación?  

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La literatura… viene a ser un archivo de cuanto, a lo largo de los siglos,
ha contribuido a modelar el presente
(Moreiro, 1996:19)

A finales del siglo XIX (1870), el problema fundamental de los venezolanos (la clase dominante) era “la inexistencia del aparato institucional propio de una nación” (Moré, 2002:12) por lo que se enfrentaban a su posible desintegración o decadencia. Esto generó la necesidad de diseñar una vía para alcanzar el proyecto de dominación que, para ese momento, tenía una existencia mayormente imaginaria. Por su puesto, la más indispensable de esas instituciones era el estado. Junto a este, otras instituciones también debían conformar espacios de poder para poder legitimar la existencia del estado y de la nación. Una de esas instituciones era la literatura nacional. Como tal, la literatura necesitaba ser orientada hacia una forma de expresión que describiera un perfil propiamente venezolano. A partir de esta situación se conformaron prácticamente tres grupos de idearios con sus respectivos seguidores: los que pensaban que la literatura debía partir de cero (los muy nacionalistas) y se apoyaban en que la mayor parte de los aportes de la tradición no eran capaces de darle el carácter singular que, en tanto literatura nacional, necesitaba; los que defendían estas tradiciones y se cerraban a la idea de innovaciones y los que consideraban que esta literatura incipiente debía abrirse al influjo de las corrientes literarias foráneas (especialmente la europea) como las últimas expresiones de la modernidad. De hecho, muchas novelas de finales del siglo XIX y principios del siglo XX se convirtieron en espacios discursivos desde los que, explícita o implícitamente se discutió este asunto, entre ellas: Peonía (1890), de Manuel V. Romero García, Ídolos Rotos (1901), de Manuel Díaz Rodríguez, En este país (1920), de Luis Manuel Urbaneja Achelpohol o Todo un pueblo (1899), de Miguel Eduardo Pardo. De tal manera que la realidad y el destino del país pasaron a ser material de escritura para los novelistas quienes a través de ellas dejaron ver su sentir y plantearon sus propuestas.

“Eso que llamamos literatura nacional…”  

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Eso que llamamos literatura, la nacional, específicamente la venezolana, ha sido un conjunto de manifestaciones culturales diversas y complejas que se han ido sumando y edificando para delinear el perfil psicológico y social del país. Esas construcciones son, a su vez, un proceso de “desconstrucción”, pues cada nuevo movimiento literario o cada nueva manifestación va cuestionando y desestabilizando lo ya existente. Así, la literatura es, al igual que otras prácticas humanas, dinámica y cambiante. En nuestro caso, pasamos del romanticismo al modernismo y de este al vanguardismo en un devenir constante. Pese a que de ellas oímos hablar de periodizaciones y categorizaciones, estas sólo tienen como finalidad facilitar su estudio y enseñanza, pero en esencia todo ha sido un movimiento perenne. A su vez, este transformarse ha ido dando cuenta de los continuos cambios que ha sufrido la sociedad.




Para que exista la literatura nacional, se hace necesario un proceso de reconocimiento de la misma, es decir, precisa ser “visualizada, definida, descrita y explicada en sus rasgos maestros…” (Pacheco, et.al., 2006:1). Este trabajo corresponde a la crítica literaria. En Venezuela, se han encargado de ello críticos e historiadores como Gonzalo Picón Febres, Mariano Picón Salas, Pedro Díaz Sijas, Juan Liscano, Julio Miranda, Orlando Araujo y José Ramón Medina, entre otros.




Ahora bien, cada uno ha tocado sólo en parte aspectos y periodos de lo que puede considerarse la trayectoria de la literatura venezolana desde sus inicios hasta la actualidad, se han concentrado en etapas específicas y han hecho un recuento de obras y autores de las categorías consideradas tradicionalmente como literarias: poesía, novela, cuento, ensayo y teatro. Por lo que cuando nos aproximamos a esos registros siempre tenemos la sensación de que el perfil que se dibuja está inconcluso: muchas líneas no logran unir sus puntos. Por eso hoy por hoy hay un interés por retomar, sobre todo, el estudio de la época de la colonia y su producción literaria, se trata de un esfuerzo por lograr encajar todas esas percepciones que todavía están sueltas, pues consideran que una de las formas de visualizar un país es a través de sus manifestaciones discursivas.

¿Qué significa leer literatura?  

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Para muchos, leer literatura significa viajar; iniciar un recorrido (desde el punto de vista físico), solitario, pero (desde una perspectiva emocional) en compañía (del autor y su visión de mundo, los personajes, la historia, los lugares y su gente) apasionante y lleno de posibilidades. Eso sí, lo disfrutamos más si estamos bien equipados, es decir, si hemos acumulado un mínimo de conocimientos esenciales relacionados con la literatura y con la cultura general. Ahora bien, para que se dé este periplo se requiere de la presencia de dos elementos: el libro y el lector.
De hecho, los escritores están claros en que si no existe lector, tampoco se puede hablar de literatura., Ella existe sólo en la medida en que haya alguien que esté dispuesto a validarla (leerla). En esta circunstancia, la lectura será un hilo invisible que unirá al autor con su lector y a este con su cultura y la cultura de quien escribe. Vista así, la literatura se erige como un método de indagación y conocimiento.


Ella constituye una puerta abierta hacia una realidad muy particular, aquella que es visualizada y reformada por la acción del poeta. Y es que, como señala Pedro Salinas (citado por Moreiro, 1996:18) el poeta es particularmente sensible a ésta, vive de ella, la absorbe, pero al hacerlo, reacciona contra ella y esta realidad regresa al mundo transformada por su operación poética (su recreación por medio de las palabras). Es precisamente esa transformación (reconstrucción verbal) la que llega al lector quien, a su vez, la integra a su propia visión enriqueciéndola y reformulándola. Es, en definitiva, un proceso de transacción tal y como señalara Louise Rosenblatt, (citada en Silva, s/f).

La literatura  

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Aunque no es mi interés adentrarme en las complicaciones del término “literatura”, sí encuentro pertinente hacer algunas acotaciones relacionadas con las distintas acepciones que, en función de diversos factores, se le han asignado a esta palabra.
Así en el libro “Una introducción a la teoría literaria”, del autor inglés Terry Eagleton, se menciona que “podría definírsela,…, como una obra de la “imaginación”, en sentido de ficción, de escribir sobre algo que no es literalmente real” (1988:11). Ahora bien, el autor reconoce que el uso tradicional del concepto de literatura, por lo general, abarca toda una variedad de texto que escapan a esta primera definición y que refieren hechos reales. Por tanto, esta distinción resulta dudosa. Además señala que algunos de nuestros héroes y sus historias (Superman, por ejemplo) son ficción (producto de la imaginación), mas no han sido juzgados como obras literarias.
Partiendo de esta consideración plantea otra manera de visualizar el asunto: hagámoslo desde el “uso particular de la lengua”. De tal forma que, hacer literatura sería, parafraseando a Jakobson, violentar conscientemente el lenguaje ordinario. En otras palabras, lo literario de un texto está en el hecho de que se emplean estructuras sintácticas distintas a las de uso común y se crean analogías e imágenes nada frecuentes. Sin embargo, esas consideraciones respecto al lenguaje varían tanto de una cultura como de un momento a otro. Y en el lenguaje cotidiano también encontramos enunciados que son, necesariamente, contrarios al uso común. Piénsese en los refranes, por ejemplo. Por otro lado, dentro de un texto literario también tienen cabida las expresiones propias de la oralidad. Entonces, ¿define el lenguaje lo que es o no es literatura? Tal vez sólo en parte.
¿Cómo podemos definir lo literario? Eagleton (ibíd.) más adelante señala que puede referirse “tanto a lo que la gente hace con lo escrito como a lo que lo escrito hace con la gente” (ibíd.:18). En estos términos entonces, continúa el autor, se puede afirmar que la literatura es un discurso no “pragmático”, es decir, no utilitario. No obstante, ésta tampoco resulta ser una verdad absoluta. En realidad, depende de la forma en que la gente la lee. El valor literario se lo da, finalmente, la apreciación que se haga de ella.

También ante la pregunta ¿dónde está la literatura? la escritora y crítico literario Anamari Gomís la ubica en el ámbito de la ficción argumentando que a pesar de todos los referentes que esta sostiene con la realidad, una parte importante de ella es enteramente ficción. Ahora bien, ¿qué exactamente? El tiempo, por ejemplo, no se corresponde con la realidad. En ella se manejan tres momentos: “el de la escritura, el de la historia y el del lector” (Gomís, 2005:7). Obviamente cuando la autora habla de ficción (en relación con el tiempo) no se refiere a la naturaleza de su contenido, sino a aspectos relacionados con el momento de producción, el desarrollo de la historia y la situación de percepción (lectura).
Visto así, se pude decir que la literatura no posee una característica definitoria particular, sino que es el resultado de una variedad de factores tanto internos como externos al texto. Es pues un concepto enteramente cultural. Por lo que no se reduce a un gusto particular, sino a lo que consideran así ciertos grupos sociales en un momento y un lugar determinado. En consecuencia, se trata, principalmente, de un problema de “recepción” (op.cit., 2005:12).

El lector y su papel en la literatura  

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Determinar qué papel desemepaña el lector al abordar un texto literario es el objeto de estudio de la Estética de la recepción. Desde esta perspectiva los textos son procesos de significación que sólo pueden materializarse mediante la lectura. Así para que exista la literatura se requiere de la presencia de dos actores fundamentales unidos por el texto: el autor y el lector.



Entre el autor y el lector se da lo que Ricoeur (citado en Valdés, et. al. 2000:26) denomina mímesis, la cual se produce en tres grandes momentos: el de la prefiguración, la figuración y la configuración del sentido de la ficción. En este proceso el texto se erige como la bisagra prodigiosa entre ambos (Valdés, Prado y otros, 2000:26). A partir de este encuentro autor-texto-lector, se establece la relación que se da entre la ficción y la realidad. Es a través de ella que el lector se reconoce a sí mismo y a su comunidad como participantes del texto. Desde esta visión, el relato resulta ser un mediador entre dos mundos: uno real y uno ficticio. Acceder a su compresión, señala Ricoeur, entrañará una aprehensión intuitiva y global a partir de una anticipación de sentido que conducirá a la explicación e interpretación del mismo. En ese momento el texto estará completo, pues sólo existe como discurso cuando el lector se lo apropia, es decir, lo interpreta (Ibidem: 59). Por tanto, Ricoeur apoya la idea de que el texto se hace en el encuentro entre el enunciado y el receptor.

Una escritora venezolana rumbo al Astrid Lindgren  

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Pues sí una escritora monaguense, Mercedes Franco, va rumbo al Premio Internacional de Literatura Infantil Astrid Lindgren (premio que ningún latinoamericano se ha ganado hasta ahora) y es que su obra gira en torno a una tesis: "¿De qué vale la literatura, el arte, las matemáticas si no tenemos planeta? Quise concientizar sobre los animales"- dice.
Según la información de prensa aparecida en El Universal del día 13 de septiembre de 2008, versión digital, nuestra escritora ha publicado 13 libros para niños y jóvenes (¿premonición?) de los cuales dos de ellos (Vuelven los fantasmas (1996) y Simón coleccionaba tortugas (2004)) llegaron a Suecia gracias a la intervención del Banco del Libro y Monte Ávila Editores.
Tendremos noticias de quién fue el feliz ganador en marzo de 2009.


Si quieres más información acerca de Mercedes Franco y su obra cliquea aquí http://www.entornointeligente.com/resumen/resumen.php?id=723411')%22

Premio Internacional de Literatura Infantil en memoria de Astrid Lindgren  

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Aproximadamente desde 1940 Suecia se ha convertido en un país con muchos escritores de literatura infantil y juvenil que se han transformado en modelos para otros y, hoy por hoy, son un punto de referencia obligado a nivel mundial. Tanto es así que sus libros constituyen uno de sus principales productos de exportación.

Uno de esos notables creadores fue Astrid Lindgren, quien actualmente es la autora más famosa y más traducida de Suecia.

Astrid Lindgren murió en 2002 y en su honor y con el objeto de promover la conciencia internacional sobre la literatura para niños y jóvenes, el gobierno sueco creó un premio anual: el Premio Internacional de Literatura Infantil Astrid Lindgren.

Lindgren fue una defensora de los derechos de los niños y los animales. en cuanto a los priemros decía que la lectura de cuentos en las primeras fases de la vida infantil era esencial, pues favorece el desarrollo lingüístico, aporta conocimientos sobre su entorno social, el mundo y despierta la fantasía y la creatividad.

Cuando en 1958 recibió el Premio Hans Christian Andersen, señaló que la creación de fantasías en el niño era tan fundamental que cuando estos ya no lograran hacerlo sería el día en el que la humanidad caería en la pobreza, pues todo cuanto existe primero formó parte de la fantasía de alguien. De tal manera que la existencia del mundo de mañana dependerá de la capacidad creativa de los niños de hoy.

¿Y a cuenta de qué viene toda esta historia?, pues lee el artículo que sigue a continuación.

(Más información sobre este premio y esta escritora la hallarás en http://www.imaginaria.com.ar/11/2/lundstrom.htm )

El lector competente  

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¿Eres un lector competente? Evalúate.


La noción de lector competente es difícil de definir según explican autores tales como Mendoza, Cassany, Luna y Sanz, Colomer y Camps (citados en Prado, 2004:218). Sin embargo, todos coinciden en afirmar que un lector competente es aquel que:

Puede llegar a establecer e interpretar el significado del texto a partir de diversas estrategias. Así, su “competencia” se expresa a través de indicadores tales como:

  • Lee habitualmente en silencio.
  • No cae en defectos típicos tales como vocalizaciones u otros.
  • Realiza una lectura rápida y abarca unidades significativas mayores a la palabra.
  • Elabora inferencias.
  • Formula y comprueba hipótesis.
  • Resume a partir de elaboraciones propias.
  • Jerarquiza los contenidos del texto en función de la postura del emisor (aun cuando él tenga una visión distinta del asunto).
  • Llena espacios de sentido que han quedado (o dejados) vacíos en el texto.
  • Desenreda la maraña de intertextualidad de donde ese texto ha surgido.
  • Finalmente y como apunta Parodi (1999:63), es capaz de guiar y controlar sus propios procesos mentales, de modo de construir una interpretación textual acorde con sus conocimientos anteriores.

    Si tu lectura reúne estas características antes enunciadas te puedes considerar un lector competente.

¿Qué factores intervienen en el acto de lectura?  

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En el acto de leer intervienen varios factores:

  • El autor y su intención que determina o define al tipo de lector ideal para su obra.
  • El texto que está inmerso dentro de un contexto histórico-social que, a su vez, influye en el tipo de lenguaje utilizado y las condiciones socio-históricas del lector. (Todos ellos son elementos inherentes a la obra que juntos inician y concluyen su proceso de creación).
  • La situación de interacción (lugar, tiempo, entre otras circunstancias ambientales)
  • Finalidad: leer, ¿para qué? (aprender, disfrutar, informarse o realizar una tarea)
  • El lector (su nivel académico, cultura general, madurez, actitud y disposición).

¿Entendió la pregunta?  

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-¿Cómo debe ser representada la mujer venezolana?

-La mujer venezolana representa de todo un poco: música, literatura. Somos embajadoras de nuestro país y los venezolanos tenemos muchas manifestaciones culturales. Principalmente me identifico con Martín Tovar y Tovar, que fue uno de los que pintó las obras de las batallas de nuestro país.

Esta pregunta se la formuló Soniberth Jiménez de EL UNIVERSAL a nuestra recién estrenada Mis Venezuela 2008.

Comprensión de la lectura 2  

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Los procesos implicados en la lectura son de dos tipos: microprocesos (procesos de reconocimiento o identificación de la palabra escrita) y macroprocesos (elaboración del sentido global del texto). La práctica lectora constante favorece la automatización de ambos. Vista así, la lectura constituye un movimiento oscilante: nuestras especulaciones iniciales generan un marco referencial desde el que se interpreta lo que sigue y, a su vez, modifica lo que habíamos entendido antes haciendo énfasis en algunos elementos y atenuando otros. Allí comienza a girar el círculo hermenéutico: vamos de las partes al todo y viceversa.


De tal manera que convertirse en un lector competente implica extender la habilidad decodificadora hacia una experiencia de lectura más amplia, en la cual lo que importa es la posibilidad de acceder al significado global del escrito.


En la construcción de ese sentido están envueltos dos elementos: el mensaje intrínseco del escrito y el aporte que da el lector, es decir, su experiencia (en lo relacionado con el tema o con el manejo de la tipología textual específica). La construcción final del significado dependerá de ambos factores, pues los lectores no leen en el vacío, ocupan una posición social e histórica que determina su interpretación del texto lo que hace que su lectura se inserte en un contexto. Esta actividad tan complicada se da en varios niveles, tanto en la estructura superficial como en la profunda. Así, ninguna interpretación estará libre ni de presuposiciones del lector ni de las determinaciones del texto (Eagleton, 1994:105 y110).

Comprensión de la lectura  

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Frecuentemente asociamos la lectura con el acto básico e inicial de percepción de signos y la repetición oral de los mismos, es decir, el proceso de decodificación (una de las primeras habilidades que se desarrolla, de ella dependerá todo el proceso subsiguiente y debe darse, idealmente, en la infancia). No obstante, este sería apenas un primer nivel de lectura que es necesario superar.
Para ello es ineludible tener claro cuáles son los procesos implicados en la misma y cuándo se puede decir que una lectura es “comprensiva”. Partiendo de estas cuestiones, muchos teóricos, entre ellos, Sánchez (1993), Solé (1992) Clemente y Domínguez (1998), García Madruga et. al. (1999), entre otros, han realizado diversos estudios en el curso de las últimas décadas en esta área. Se han valido de dos disciplinas: la psicología cognitiva (aquella que estudia los procesos de pensamiento, la elaboración de información de ideas, llamando a estas elaboraciones, percepciones y su procesamiento, cogniciones) y la psicolingüística (cruce interdisciplinario entre la psicología y la lingüística, lo que supone intentar determinar la relación fundamental entre lenguaje y pensamiento). A partir de ahí se han formulado una serie de modelos teóricos que explican cuáles son las actividades que se ejecutan cuando un lector experto lee e interpreta un texto. Por otro lado, también se ha logrado precisar cuáles son y cómo funcionan las operaciones que subyacen a la lectura, conocer su organización temporal y de qué manera se influye mutuamente.

Definiciones en torno a la lectura  

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Actualmente nos encontramos con que existe una gran diversidad de definiciones en torno a la lectura. Todas ellas múltiples y acertadas, ya que en cada una se contemplan una serie de categorías conceptuales que ofrecen diferentes aspectos sobre esta capacidad eminentemente humana y que permiten su análisis en toda su complejiddad. Según María Eugenia Dubois, (1991) existen tres concepciones teóricas en torno al proceso de la lectura. La primera y más antigua, concibe la lectura como un conjunto de habilidades o como una mera transferencia de información. La segunda, plantea que la lectura es el producto de la interacción entre el pensamiento y el lenguaje en el que intervienen dos elementos: los conocimientos previos del lector y el texto. La tercera, por su parte, la concibe como un proceso de transacción entre el lector y el texto. Esto es válido para todo tipo de textos. Ahora bien, a pesar de la existencia de estos tres grandes enfoques no se puede decir que ya somos capaces de explicar a cabalidad el proceso de la lectura. Tal y como señala Isabel Solé, (1994), éste es tan interno que no tenemos conciencia de su funcionamiento. Debido a ello, en la actualidad se visualiza la lectura como un proceso interactivo y dinámico en el que el lector va reconstruyendo el sentido de lo que lee a medida que avanza en el texto enriqueciendo o modificando sus primeras hipótesis y conceptos, Goodman (1996). Así se dice que la actividad lectora tiene lugar a través de la interacción del lector con el texto dentro de un contexto. De ahí que en el proceso lector se consideren relevantes características tales como la cultura general, el conocimiento, las actitudes, las motivaciones y habilidades que posea el lector.

La lengua y los lectores  

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Esta página está dedicada a las personas que disfrutan de la literatura y saben hacer suya la experiencia vicaria que esta representa...